El próximo 12 de junio se conmemoran 90 años de la firma del Protocolo de Paz entre Paraguay y Bolivia, acontecida en 1935, que puso fin a la Guerra del Chaco. Esta fecha es conocida como el Día de la Paz del Chaco y, más allá de haber marcado el fin de un conflicto bélico, representa también las huellas profundas que dejó la guerra en ambos pueblos.
Un hermoso ejemplo de reconciliación y amor surgido a raíz de aquel conflicto lo protagonizan Ana María Duré Salomón, paraguaya, y Adhemar Camacho Serrano, boliviano. La pareja selló su unión en matrimonio precisamente un 12 de junio en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, como símbolo del entendimiento entre dos naciones que alguna vez se enfrentaron.
Ana María y Adhemar se conocieron en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Él cursaba la carrera de Periodismo como becario boliviano, mientras que ella estudiaba Matemáticas. Tras culminar sus respectivas carreras, decidieron dar el gran paso y unir sus vidas en matrimonio. “Nos casamos en esta fecha como una forma de mostrar que las diferencias históricas no deben interferir en los sentimientos. Como jóvenes, no podíamos cambiar la historia, pero nuestra unión fue una señal de integración, en una época en la que el entonces presidente Stroessner utilizaba el triunfo en la Guerra del Chaco como instrumento político para sostener su liderazgo”, expresó Adhemar.
Familia multicultural
De esa unión nacieron tres hijas: Ana María Belén, Viznney Elizabeth y Anahí. “Todas son mayores, profesionales y casadas. Dos de ellas nos han dado cuatro nietas: Viznney, Tamara, Alejandra y Victoria. Anahí, mi tercer retoño, está casada pero aún no tiene hijos”, relató con orgullo el padre de familia.
El matrimonio, que comenzó en Asunción y se consolidó en Santa Cruz, ha sido posible gracias a la entrega y fortaleza de Ana María, quien dejó todo por construir un hogar en tierras extranjeras. “Supo adaptarse a una cultura que no era la suya. Aunque existe afinidad entre el cruceño y el asunceno, siempre hay diferencias, y estas solo se superan si uno está decidido a hacerlo”, resaltó Adhemar.
Es importante destacar la cercanía cultural entre Santa Cruz y Paraguay, una afinidad que no necesariamente se extiende al resto del territorio boliviano. Adhemar valora profundamente el sacrificio de su esposa, quien renunció a estar cerca de sus seres queridos para apostar por la familia que formaron juntos. “Vivir lejos de tu casa, de tu mamá, papá y hermanos tiene un costo emocional alto. Solo una persona que elige entregar amor hacia lo que construyó puede adaptarse, apostar por su matrimonio y familia”, reflexionó.
La primera hija de la pareja nació en Asunción y las dos siguientes nacieron en Santa Cruz. “En Bolivia son vistas como bolivianas, y cuando estamos en Paraguay, la familia no discrimina. Porque el sentimiento no tiene nacionalidad ni reconoce fronteras”, dijo.
En tiempos en que solo habían transcurrido 50 años desde la guerra, esta unión llamó la atención: una paraguaya casándose con un “bolicuñá”. Pero con el tiempo, los pueblos superan sus heridas a medida que su educación y cultura evolucionan y se integran. Hoy, en un mundo globalizado y tecnológicamente interconectado, pensar en fronteras es limitar el derecho de las personas a vivir, trabajar y formar familias donde les toque afincarse.
Los desafíos actuales de la humanidad pasan por aceptar las diferencias, valorar lo positivo, apostar por la integración y la cooperación entre las economías, y por respetar las expresiones culturales que, más allá de la razón, hablan al corazón.