Froilán Peralta fue 21 años decano de Veterinaria para luego convertirse en rector de la UNA. Era de esperarse que, con el tiempo, fuera ganando confianza y perdiendo vergüenza. Además de las décadas que ya llevaba como decano, eludiendo denuncia tras otra, hay que sumar el respaldo público que siempre recibió del senador Juan Carlos Galaverna, aquel que lo bautizó como “Ferrari” e hizo lobby para que sea nombrado como rector. Froilán, ingenuamente, se creyó intocable. Fue así que el año pasado firmó la resolución que ahora le valió una imputación y su reclusión en una sede policial.
El documento le permitía “equiparar” rubros docentes con cargos que en la práctica nada tenían que ver con la docencia. Entre otras perlitas, le autorizaba a otorgar rubros de docentes a personas sin título universitario que en muchos casos ni siquiera prestaban algún tipo de servicio a la universidad. Meseros, vendedores y maestras parvularias llenaron la planilla de docentes de la casa de estudios más importante del país.
La burbuja planillera fue creciendo hasta que explotó cuando ÚH comenzó a revelar cómo el nepotismo y el chonguismo eran los faros que guiaban la istración de la UNA.
Quizás unos años antes, Peralta hubiera superado este escándalo, como tantos otros. Se sabe que ese fue su plan desde el principio: aguantar hasta las últimas consecuencias y apostar al oparei.
Esta estrategia, la de resistir la presión ciudadana hasta que esta se diluya con el tiempo, resultó exitosa para muchos otros, como los parlamentarios Víctor Bogado y José María Ibáñez. Sin embargo, una serie de eventos concatenados y oportunísimos derivó en un despertar estudiantil que terminó tumbándolo y a unos cuántos más en el camino. ¿Quién sabe hasta dónde van a llegar los universitarios? Esperemos que bien lejos.
El estudiantado de la UNA dejó al descubierto las facetas más oscuras de nuestras instituciones: desde los funcionarios que, siguiendo órdenes, destruyeron y quemaron documentos públicos para borrar evidencias, hasta la tardanza de cuatro horas de la Fiscalía para intervenir en el campus y detener a esos funcionarios. La actuación de la fiscala Blanca Aquino va a quedar en los anales de la historia de la vergüenza nacional.
Froilán, sus parientes y sus correligionarios se apropiaron de una institución que es de todos los paraguayos y, sobre todo, de sus miles de estudiantes. Aún falta mucho para desmontar el esquema delictivo instalado en la universidad con el soporte de políticos que solo conocen el prebendarismo. Los estudiantes universitarios ya dieron el ejemplo de cómo rebelarse ante tanto robo descarado.