Desde hace años, los rubros que más impactan en las familias trabajadoras –como alimentos, transporte y servicios básicos– suelen subir por encima del promedio.
Por ejemplo, en el primer cuatrimestre del presente año, los precios de frutas y verduras se incrementaron 27,9%, según el Banco Central, frente a aumentos de precios menores del resto de los bienes y servicios que conforman la canasta de alimentos del IPC.
Así, el ajuste salarial queda desfasado de la inflación que enfrentan los trabajadores, perpetuando un círculo de endeudamiento de los hogares y ajustes en su consumo.
Todos los años desde 2019, la inflación de productos alimenticios fue mayor que el promedio general, determinando una condición sistemática de deterioro de la capacidad adquisitiva de los ingresos derivada del aumento de los precios de un rubro que es fundamental para la calidad de vida y la salud de la población.
Frente a las críticas que enfrenta el cálculo de la inflación, el Gobierno ya reconoció sus limitaciones y sus efectos en el ajuste del salario mínimo, por lo que anunciaron la intención de crear una nueva canasta que represente con mayor precisión los patrones de consumo.
Para ello, la primera tarea es implementar una nueva encuesta, probablemente en el segundo semestre de este año. La anterior encuesta quedó desfasada tanto en términos del tamaño de la muestra como de otros factores como los tipos de bienes y servicios que se incluyeron. El paso de los años junto con los cambios demográficos y de los patrones de consumo hace que las canastas pierdan vigencia, por eso la relevancia de actualizar periódicamente.
Adicionalmente, a este problema es necesario considerar las desigualdades. Paraguay, al ser uno de los países más desiguales de la región, debe considerar necesariamente canastas de consumo diferenciadas. La canasta de consumo del quintil de ingresos más bajos, que es donde se concentran los hogares en situación de pobreza, es sustancialmente distinta a la canasta de consumo del quintil de ingresos más altos que de por sí ya está sesgada, ya que allí se ubica el 3% más rico, cuyos niveles y tipos de consumo son distintos no solo del resto de los quintiles, sino también con respecto al resto del quintil más rico.
La inflación es un dato fundamental para la política económica. Paraguay es un productor de alimentos; sin embargo, uno de los rubros que más afectan al índice de precios al consumidor es este.
La política económica y las políticas sectoriales como la agropecuaria no pueden no considerar el problema inflacionario, teniendo en cuenta que el problema no es monetario sino real. Paraguay no solo no está produciendo suficientes alimentos, sino que además está importando, dependiendo cada vez más de otros países para su alimentación y perdiendo divisas.
El indicador del IPC esconde una realidad cruda: No protege a los trabajadores de la pérdida de poder adquisitivo ni incorpora la existencia de la desigualdad económica. El salario mínimo ya tiene el problema de que representa solo el mínimo necesario para garantizar el consumo de las familias trabajadoras y si además pierde valor real, termina siendo totalmente insuficiente para garantizar calidad de vida. Lo menos que puede hacer el Gobierno es garantizar que cumpla su objetivo de financiar la canasta básica y que esta no se deteriore con el paso del tiempo.