Carlos Pérez Cáceres
Periodista
Super Omnia Veritas. La Academia Paraguaya de la Historia y la dictadura de Stroessner, además de ser un texto que profundiza el accionar de los historiadores que la integraron, tanto en su producción como en su relacionamiento internacional y, sobre todo, con relación al contenido de sus obras, demuestra –entre otros aspectos–, gran capacidad en la investigación de las fuentes utilizadas. Hay que decir que no conocemos trabajos de este tipo. Asumir la responsabilidad de estudiar, analizar y obtener conclusiones sobre una institución como la Academia Paraguaya de la Historia, es un trabajo arduo, difícil y comprometedor. Sin embargo, coincidimos con el autor de esta obra en la necesidad de que así como se investigan otros temas y organizaciones, los historiadores también deben ser estudiados, no solo en cuanto al contenido de sus obras, sino en su accionar en el plano de la sociedad. Uno de los aspectos que de inmediato se evidencia en este trabajo es que Montero desnuda el trabajo político e ideológico que cumplió dicha Academia durante los años de la dictadura, e incluso antes. Este aspecto es central por varios motivos.
Primeramente porque hace evidente el papel político e ideológico que cumplió y que –a nuestro parecer sigue cumpliendo– en cuanto a establecer los temas, los contenidos, los tiempos, las bibliografías y todo aquello que forma parte de una visión de cómo hacer historia, cómo y qué leer de la producción histórica.
En segundo lugar, porque según la visión que tengamos de cómo hacer historia, tendremos un acercamiento y un mayor relacionamiento con el sistema o con el poder dominante. Mediante esta obra uno se puede percatar de todas las vinculaciones de la que se vio favorecida la Academia Paraguaya de la Historia durante todo este tiempo mencionado más arriba. Esos relacionamientos repercuten, sin lugar a dudas, en ese trabajo silencioso que luego se volcaría en la instrucción educativa de nuestro país, en los docentes universitarios, en la sociedad. Pero además, teniendo en cuenta el tipo de régimen imperante desde 1954 en adelante, ese relacionamiento impedía toda posibilidad de generar debates, intercambio de pareceres, a bibliografías y hasta posibilidades de metodologías diferentes en cuanto al mismo campo de la historia.
La política de la historia o la historia de la política
Desde nuestro punto de vista este es el aspecto central de la obra y este hecho debe ser destacado por la importancia fundamental que tuvo en aquellos años, y que aún tienen vigencia en nuestra sociedad. Esos hilos invisibles –las ideas que provienen desde el aparato ideológico del Estado–, “naturalizan” una serie de aspectos que se desarrollan en la sociedad, que aceptamos como “verdades”, y que sirven de “argumentos” para justificar represiones, exilios o desapariciones.
En la década de los años 70, se hicieron muy famosos aquellos textos de Marta Hanecker que popularizó como entender la teoría marxista. Alumna de Louis Althusser, esta chilena cumplió un papel muy importante en el acercamiento de los militantes a la teoría mencionada. Aunque muchos han cuestionado el contenido de sus textos, nadie puede negar que a muchos resultó de mucha utilidad para entender las complejidades de la sociedad. Ella, justamente, le daba importancia a los efectos del aparato ideológico del Estado, cuando llegaba a afirmar que una dictadura por más que tenga los mejores elementos represivos, no podría sostenerse en el poder, sin la capacidad de los efectos ideológicos que a diario, desde la familia, la religión, la educación en la escuela, colegio y en la universidad, en la sociedad hace que tengamos una mirada sobre cómo se va desarrollando una sociedad y sus relaciones sociales y de producción.
Aquí radica la cualidad más importante de la obra de Montero que se anima a desarrollar este tema, analizando a una de las más conservadoras instituciones de nuestro medio, muy aclamada por muchos de los nuevos y viejos historiadores, que a la hora de ser invitados a ser parte de la misma, dejan de lado todas las críticas asumidas con anterioridad y se incorporan con más silencios que con sonidos de crítica y de cambios. Es muy común escuchar que no merece la pena dedicarle tiempo a un trabajo de crítica a la Academia. “En todo el mundo las academias de la historia son las organizaciones más conservadoras y derechosas”, sostienen quienes no relacionan la historia con la política y que creen que ambas van por caminos muy diferentes.
Pero la realidad nos muestra que ambas forman parte de una misma tarea. La historia es una ciencia social que no puede dejar la política porque su tema de análisis es la sociedad, es el individuo en su relacionamiento social y productivo; así también la política, necesita de la historia para afianzar ideas, costumbres y relacionamientos para mantenerse y reproducir el sistema. No es lo mismo estudiar, entender el pasado y pensar en proyectar el futuro de una determinada forma que, vivir en el presente, pero analizar el pasado pensando que allí se encuentran los mejores momentos de nuestra historia y que es posible reproducirlo en la actualidad. Y esta forma de ver, de hacer historia es donde se aprecia el papel de la Academia Paraguaya de la Historia.
Se pueden señalar muchos otros aportes de la obra de Mariano Montero. Sin embargo, quiero insistir en que no es muy común publicar libros que tengan un nivel elevado de trabajo de investigación; de la asistencia y de lectura de estudiosos teóricos del campo de las ciencias sociales a nivel mundial, que confirman una determinada forma de hacer historia. Y este aspecto también se aprecia en la obra de Montero.
Me parece que este texto ofrece la posibilidad de romper la típica costumbre del “pichado”, que cuando se le señala algún tipo de error o crítica, lo primero que hace es cuestionar, sin fundamento o cargar la rabia sobre aspectos que no tienen que ver con el contenido de las críticas. Esta posición es muy típica de nuestros estudiosos. O responden con adjetivaciones personales o reproducen el silencio más profundo al que nos sometió el pensamiento autoritario y antidemocrático. Lo ideal sería que se puede profundizar mejor y más sobre los cuestionamientos que realiza Montero. Pensar en la idea de la necesidad de una profunda autocrítica de parte de la Academia de la Historia es también otra posibilidad que le haría mucho favor a esta organización que asume como lema la “objetividad”, la “neutralidad” y la búsqueda de la “verdad”.