Claudia Casarino (Asunción, 1974) es una artista cuya práctica abarca el dibujo, el grabado, la fotografía y el video, si bien es con la expresión escultórica e instalativa que ha creado formas y discursos potentes mediante el uso poco convencional de los textiles. Reconocida por su enfoque técnico innovador y la honda impronta feminista de su trabajo, Casarino ha recibido recientemente el Premio AICA Paraguay 2025 a la Mejor Exposición del Año 2024, nominada La faena de habitar un contorno.
En la exposición que le ha valido la distinción de los críticos de arte paraguayos, ha incorporado la textura física y poética de la tela alojándola en el espacio-continente de una casa colonial de valor patrimonial del Centro Cultural Manzana de la Rivera. Casarino es una artista que debería estar en el radar de todos, y esta escritura procura profundizar solo parte de su biografía artística, como sus motivaciones, inspiraciones, su viaje creativo y la perspectiva distintiva de sus quehaceres.
Como autora de una obra atractiva por su forma y tema, que transita un universo donde belleza y tragedia chocan, ella es capaz de transformar el imaginario del vestuario occidental así como el vernáculo, en portales de reflexión sobre los cuerpos de las mujeres que lo portan. Desafiando la obsolescencia de las jerarquías artísticas, a través de la técnica y la narrativa, la autora está demostrando que el textil, ignorado o marginado como práctica artística mayor, es tan evocador y profundo como cualquier otro medio de expresión visual.
La tela y el tejido, con sus asociaciones domésticas y de género, profundamente personales e históricamente ricos, se convierten en materiales con los que explorar temas entrevistos desde una perspectiva humanista, aunque quieran llamarla “femenina” y “feminista”. Pienso que, al incorporar la tela como medio expresivo, Casarino explora temas de flexibilidad, pasividad y resiliencia, subvirtiendo la masculinidad inherente de las formas grandilocuentes y pesadas. Suspendidas en el aire, sus instalaciones textiles y esculturas blandas se erigen o deforman bajo la fuerza de la gravedad, presentando un delicado equilibrio entre fragilidad y fuerza.
Una pionera
Una narradora visual como Casarino es simbólicamente capaz de construir artefactos críticos y disruptivos gracias a su afilado ilusionismo e intuición, dos cualidades que son como atajos para revelar, y (de)mostrarnos que la exposición puede ser un lugar y un tiempo para revelar poéticamente asuntos sobre los cuerpos femeninos.
La faena de habitar un contorno abordó las contradicciones, discriminaciones o lo no dicho sobre las mujeres, deslizándose entre lenguajes como la línea y la materia. Así como sus etéreas formas de vestuario, la obra de CC baila en las fronteras entre teoría y práctica, entre el arte y el diseño, tejiendo originales caminos e historias, haciendo hincapié en una multiplicidad de realidades subjetivas y reales de la mitad de la humanidad.
Inspirándose en una arqueología de los textiles arcaicos y actuales, esta obra cuestiona nuestro imaginario colectivo fundado en mitos interesados en la valorización del poder masculino –dicho en clave paraguaya–, reconociendo el ficticio honor otorgado a las madres guaraníes o a Las Residentas. Pero al tiempo de resemantizar y enriquecer episodios del vestuario popular o desmitificar lo sublime y sofisticado de la alta costura, quisiera también dar espacio y memoria en estas líneas a una artista contemporánea que, me gustaría pensar, influyó notablemente en el pensamiento de nuestra artista.
En un punto emergente de su carrera, hacia 2005, Claudia consiguió traer a Asunción a la artista Danica Maier, y gracias a esta gestión cultural, muchos reconocimos la importancia de usar los textiles como herramienta formal y semántica contemporánea, más allá de la artesanía tradicional. Maier realizó una residencia artística con bordadoras del ñandutí de Itauguá y concluyó la experiencia con una impactante exposición en el Museo del Barro.
La artista norteamericana pudo mostrarnos la potencia de construir y renovar tramas narrativas a partir de los usos de textiles tradicionales, y la muestra, titulada Intraducible, fue para quien esto escribe una experiencia transformadora. Formé parte del proyecto de Maier y Casarino escribiendo el texto crítico y, justamente, este recuerdo trae a estas líneas otra cuestión relevante. Claudia Casarino es una importante artista visual, pero también es una promotora y gestora cultural destacada de nuestra escena, haciendo posible el intercambio artístico y la realización de valiosos hechos culturales desde hace más de dos décadas.
Su amplitud de miras nos conecta a otras escenas globales, mientras su obra habilita una profunda identidad subjetiva, territorial y universal. Sus quehaceres y compromisos como artista, ciudadana, madre y divulgadora, certifican la mirada afectiva de Claudia, tan necesaria para habitar los contornos y centros de una sociedad acrítica, rígida y desigual.