Los cambios profundos y acelerados que los descubrimientos científicos y las novedades tecnológicas provocan, han puesto en crisis a la educación familiar y académica en todo el mundo.
La crisis es muy grave porque la educación nacional que estamos ofreciendo no tiene calidad suficiente ni para el presente (estamos clasificados por PISA, la segunda educación peor del mundo) y, si no se planifican y activan urgentemente los cambios radicales necesarios, las nuevas generaciones y consecuentemente los ciudadanos del futuro próximo estarán hundidos en el subdesarrollo de las incompetencias, la pobreza radical y la dependencia.
Nuestro sistema educativo nacional necesita urgentemente actualizar las políticas educativas de Estado, es decir, nuevas y actualizadas decisiones y acciones, que el Gobierno ejecute y haga ejecutar para guiar y desarrollar la educación en todos sus niveles. Lógicamente, se trata de políticas que tienen como objetivo actualizar, mejorar y garantizar la calidad y equidad en la educación pública y privada de todos los ciudadanos.
Nuestro sistema y nuestros procesos educativos no pueden quedar estancados en criterios del siglo pasado. Basta aludir al impacto revolucionario que la inteligencia artificial empieza a provocar en todos los ámbitos y especialmente en los escenarios académicos e intelectuales, para pensar que la pasividad y pereza en reaccionar ante su presencia y efectos es irresponsable. Es evidente que no es lo mismo educar a hijos y alumnos que tienen a IA, que a quienes no lo tienen.
Los nuevos descubrimientos se producen porque previa o simultáneamente se produjeron nuevos conocimientos. Los expertos calculan que cada diez años, los nuevos conocimientos hacen caducar un alto porcentaje de conocimientos anteriores, lo cual implica que el sistema educativo debe estar regido por políticas que incluyan la actualización permanente.
Un tercer desafío, que demanda políticas educativas de actualización, es la constatación generalizada de que actualmente ninguna ciencia es considerada autónoma (aunque cada una tiene su campo, objetivos y metodologías específicas) porque todas necesitan auxilio de otras para su desarrollo, y por eso se impone el tratamiento y estudio interdisciplinar, y se descarta la enseñanza y aprendizaje por ciencias y disciplinas aisladas, separadas.
Esta constatación y decisión pedagógica actual está reforzada por otra convicción actual; que nada existe aislado, que todo está relacionado.
Por ambas constataciones, la pedagogía actualizada organiza los currículos, planes y programas y los ejecuta por áreas de conocimientos y ha eliminado definitivamente los currículos por asignaturas, como el nuestro.
Nuestro currículo de bachillerato está estancado en criterios pedagógicos de mediados del siglo pasado y además con una sobrecarga de disciplinas o asignaturas por curso, que han convertido la educación en enseñanza y la enseñanza en superficial enciclopedismo, se enseña un poquito de muchas asignaturas y ninguna ciencia con solidez.
Ante la aceleración de los cambios, las nuevas exigencias, la profunda crisis de la educación, la vigencia de los derechos frustrados de los niños, adolescentes y jóvenes, los ciudadanos paraguayos seguimos con esperanza de que este gobierno saque del pozo a la educación nacional.
Esperamos también que las nuevas y urgentes políticas educativas de Estado se definan y decidan de acuerdo con lo dispuesto en la Constitución y las leyes.