El cónclave para elegir al sucesor número 267 de San Pedro había iniciado el día anterior, y la primera y única votación de aquel día terminó con fumata negra; fueron tres horas de espera, por lo que todo indicaba que las dos rondas de la mañana del jueves serían largas y la anhelada señal de humo se haría esperar más.
Mientras tanto, una contundente fumata negra apareció en la chimenea de la Capilla Sixtina mucho antes de lo esperado y quienes aguardaban en la Plaza de San Pedro se retiraron un tanto decepcionados. Para entonces el cielo ya estaba despejado y el sol comenzaba a hacerse sentir en plena primavera romana.
Por la tarde, el calor de un sol inclemente ya se apoderaba de la Ciudad del Vaticano, lo que no evitaba que los peregrinos comenzaran a llegar nuevamente. Esta vez para esperar la fumata tras la ronda de votaciones de la tarde.
Miles de periodistas de todo el mundo estaban en la Plaza con expectativas, ya que en los últimos dos cónclaves se conoció a un nuevo Papa, en la cuarta y quinta votación, justamente las que se darían esa tarde. En una cuarta votación fue electo Benedicto XVl, en 2005, y en una quinta Francisco, en 2013.
Los cardenales ingresaron a la Capilla Sixtina cerca de las cuatro de la tarde y comenzaron a votar por cuarta vez. En las votaciones anteriores ya se había marcado una tendencia que finalmente arrojó el resultado de esta ronda: Los 89 votos necesarios para tener un nuevo Papa habían sido alcanzados, el consenso llegó y a las 18:05 –hora de Roma–, 13:05 de Paraguay, apareció la fumata blanca. La fumata era claramente blanca y no habían dudas: Habemus Papam.
Las campanas comenzaron a repicar y a ellas se unieron –en coro– las campanas de todas las Iglesias de Roma y el mundo.
La emoción de las miles de almas que llenaban la Plaza de San Pedro erizaba la piel a cualquiera. “¡Viva el Papa!”, se escuchaba en la Plaza en todos los idiomas, indicando la universalidad de la Iglesia.
Algunos dejaban caer unas lágrimas y la alegría fue más desbordante cuando, una hora después de la llegada de la fumata blanca, se realizaba el anuncio en latín con la milenaria formula de la Iglesia. En el anuncio se supo que el electo era el cardenal estadounidense Robert Prevost, nacionalizado peruano, con una larga trayectoria misionera en la Diócesis de Chiclayo.
El nombre que escogió, León XIV. El nuevo Papa recordó a Francisco en su primer discurso, habló en español y pidió la intercesión de la Virgen María, haciendo rezar una Ave María a todos los que estaban en la Plaza.
Así, la Iglesia pasaba del luto de haber perdido a un Papa a la alegría de tener a uno nuevo, mostrándose rejuvenecida y vigorosa asegurando la sucesión petrina desde hace más de 2.000 años.
Una jornada emocionante y jubilosa, en donde fue emocionante observar cómo en medio de un mundo hiper- conectado y acostumbrado a la rapidez de la inteligencia artificial, miles de personas miraban expectantes –durante horas– hacia una chimenea, esperando una señal de humo ¡Qué maravillosa es la Iglesia Católica!