Por su parte, y para disipar cualquier duda, el propio Donald Trump amenazó con aplicar severas sanciones a los países que, como China o los BRICS, quieran competir con o dejar de utilizar el dólar. Declaró que “requerimos un compromiso de estos países de que no crearán una nueva moneda BRICS, ni respaldarán ninguna otra moneda para reemplazar al poderoso dólar estadounidense, o enfrentarán aranceles de 100%, y deberían olvidarse de vender en la maravillosa economía de Estados Unidos”.
El rol del dólar como moneda de reserva internacional surgió hace 80 años, tras la Segunda Guerra Mundial con el Acuerdo de Bretton Woods en 1944 firmado por 44 países, incluidos EEUU, Reino Unido, Francia y Canadá. Este acuerdo estableció al dólar como ancla global, fijado al oro a una tasa fija de 35 dólares por onza, mientras que países signatarios fijaban sus monedas al dólar. EEUU garantizaba la convertibilidad del dólar en oro, lo que brindó cierta estabilidad monetaria y facilitó la reconstrucción posbélica.
No obstante, la falla inherente del sistema fue su dependencia del oro, un recurso y cuya producción depende de la minería en países ajenos al acuerdo de Bretton Woods. A medida que la economía mundial se expandía, la oferta de oro no acompañaba el crecimiento de bienes y servicios. En 1971, EEUU, reconoció que ya no podía sostener la convertibilidad del dólar en oro, y el presidente Richard Nixon puso fin al patrón oro, lo que colapso el régimen de tipos de cambios fijos.
Hasta hoy, el dólar es la principal moneda de reserva internacional. Esta continuidad no fue únicamente fruto de una política deliberada, sino también de fuerzas del mercado. Su hegemonía se ha mantenido gracias a su liquidez, estabilidad económica, la transparencia de los mercados financieros y su uso en el comercio internacional, en especial de los commodities. El euro es una alternativa que, sin embargo, carece del mismo alcance. Las crisis financieras de Grecia y Chipre, sumadas a la fragmentación de políticas, han dificultado su adopción universal.
El fracaso del oro como respaldo monetario mostró los límites de basar un sistema financiero en activos escasos. Algo similar podría ocurrir con los países que intenta adoptar criptomonedas como reserva de valor, dada que la “escasez” es una constante en las criptomonedas, que no necesariamente acompañan la expansión de la economía.