01 jun. 2025

“Más socios”

Hoy se cumplen 28 días desde que pedí mi subsidio por reposo médico a la Cooperativa Universitaria.

Se trata de un fondo solidario para acceder al cual los socios pagamos anualmente unas cuotas. La idea es que entre todos podamos cubrir las necesidades de unos y de otros según la necesidad.

Existe un reglamento para acceder a él. Pero, en mi caso, a pesar de cumplir con los requisitos y ser aceptados mis documentos, luego quedó “el sistema” a cargo de romperme la ilusión de ser parte de algo más que una simple entidad financiera con fines de lucro.

Despersonalizado. Las cooperativas ya no son lo que eran o lo que prometían en sus inicios. Sobre todo, en las grandes, la cosa se ha despersonalizado.

Te asignan un oficial de cuentas que atiende por WhatsApp cuando puede o quiere y unos pobres chicos en el call center para cubrir decenas de llamadas al día. Los jefes de área y equipos directivos están desaparecidos cuando la pregunta va en serio. En mi caso la Encargada de Servicios Cooperativos nunca atendió la llamada.

Indolencia. Lastimosamente, no creo que sea el único caso y produce un enojo por el trato indolente y cínico, en ciertos aspectos. En mi caso, luego de insistir, incluso me llegaron a decir que mis papeles podrían estar extraviados y luego dejarme sin respuesta o con promesas incumplidas de devoluciones de llamadas. Es una verdadera vergüenza.

Esperando ser atendida alguna vez por teléfono, escuchaba una y otra vez su audiomarketing con el eslogan: “Socios de tu vida” donde se me explica que el mundo necesita más socios como “esos que en Paraguay sobran”… porque “nuestra relación va más allá de lo comercial”, y recordaba con nostalgia aquella cooperativa de mi barrio donde integré gratis varias comisiones, también la de mi trabajo donde pasamos buenas y malas con los compañeros.

Trato humano. No estoy en contra de las organizaciones con fines de lucro ni pretendo un trato diferenciado, pero sí espero para todos un trato humano, personalista, digno.

Eso nos merecemos todos. Pero no por reglamento o por ley, sino por educación, por sentido de pertenencia.

Lo que está pasando con este y otros casos es que ya no nos vemos como compañeros de camino, ya no hacemos comunidad. Y eso es muy triste, sobre todo, para los que sí hemos vivido esa experiencia porque sentimos la pérdida de algo bueno.

Vida en común. No bastan los edificios lindos ni los protocolos de atención marketinera, no bastan las asambleas chuchis o los regalos anuales, hay que retomar la esencia y esto es extensible a todos los ámbitos de la vida en común.

Justo ahora los docentes están pidiendo al Estado que se tenga en cuenta a la comunidad educativa a la hora de aplicar leyes como las de inclusión.

Viene a cuento porque se trata de la misma esencia del problema: Si la sociedad pierde vínculos y valores, si perdemos sentido de pertenencia, perdemos identidad, nos volvemos nómina, y la ley solo se convierte en coacción, o en justificación para “salvar las apariencias”. Y esto no basta para desarrollarnos como personas y nación.

Ojalá retomemos aquella forma sencilla de relacionarnos los paraguayos, aunque al mirarnos y hablarnos se nos notaran también los límites, era más auténtico y cordial.

Más contenido de esta sección