03 jun. 2025

El embajador no sintiente

Hasta hace pocos días, desconocía la existencia de la palabra sintiente. La descubrí al enterarme del dictamen de una comisión legislativa que analizó un proyecto de ley que reconoce a los animales como seres sintientes. La sintiencia –había sido– se refiere a la capacidad de un ser vivo de experimentar sentimientos y poseer reacciones emocionales. Es decir, un ser sintiente es aquel que puede sentir y percibir el mundo a través de sus sentidos. Este concepto es útil para definir y penar la crueldad y el maltrato animal.

Quizás estimulado por lo inusual del término, el senador Ignacio Iramain calificó a Darío Filártiga, futuro embajador paraguayo en Taiwán, como un “humano no sintiente”, por haber sido parte importante de la estructura represiva violenta de la dictadura. Se refería a su pasado como secretario del temible Sabino Augusto Montanaro, ministro del Interior de Stroessner desde 1966 hasta su derrocamiento.

No sé si Filártiga es sintiente o no. Es resiliente, eso sí. Ha zafado de varias coyunturas adversas y cada una de ellas le sirvió para posicionarse mejor. No fue un torturador, claro que no. Pero estaba en un cargo clave del Ministerio donde se decidía el destino de centenares de detenidos políticos, el lugar exacto donde se enterraron los cuerpos de los ejecutados –o muertos en tortura– y donde se planificaba el espionaje a opositores. Estaba, pues, mejor que nadie, enterado de las salvajadas del régimen de Stroessner.

Alguien así, ni pedirá perdón a las víctimas ni revelará dónde están los esqueletos de los desaparecidos. Tan intensa era su lealtad al dictador que, en 2006, fue uno de los oradores en su sepelio en Brasilia. La impunidad, esa marca de la transición democrática paraguaya, no lo molestó. Al contrario, durante el gobierno de González Macchi, fue nombrado presidente del Instituto de Previsión Social (IPS).

Estuvo allí muy poco tiempo y lo sacaron en medio de una profusión de sospechas de corrupción, incorporación de cientos de partidarios y denuncias de supuestas comisiones. Fue sobreseído por la Justicia, aunque ya nunca, ni él ni su mujer, Gisele Mousques, pudieron desmarcarse de los marcantes de Chico 10 y Madame 20, que les fueron atribuidos, vaya uno a saber por qué.

El médico Aníbal Filártiga, al referirse a la gestión de su primo, expresó en 2018: “Ambos estuvimos en IPS; él estuvo once meses y tuvo que salir por irregularidades, yo estuve quince días, porque no soporté ni siquiera la primera de ellas. Tenemos una filosofía de la honestidad y del servicio público diametralmente opuestos. Cuando me confunden con él, me ofenden profundamente”

Darío Filártiga se convirtió en apoderado del Partido Colorado ante el Tribunal Superior de Justicia Electoral y, en 2013, se descubrió que su esposa cobraba unos seis millones de guaraníes en la misma institución. El escándalo la obligó a renunciar, pero, para entonces, él ya era uno de los principales asesores políticos de Horacio Cartes.

Su influencia llegó a ser tanta que, en 2016, en una entrevista lograda por Patricia Vargas, el entonces disidente senador Juan Carlos Galaverna sostuvo que “el number one de los que le hablan al oído al presidente es Darío Filártiga, quien ha logrado desplazar a muchos de los otros lametrastes políticos y hasta a los mismos gerentes de Cartes. Se adueñó de la voluntad política del presidente (…) por su presencia permanente: Es un cortesano profesional”.

Filártiga tenía, en esa época, a 14 militares a su disposición en su casa, cuyas funciones incluían retirar vestidos de la esposa de la tintorería. Un escandalito menor para un matrimonio que salió airoso de polémicas más gruesas. Por eso, no creo que las críticas formuladas por las escasas voces de la verdadera oposición durante el tratamiento de su nominación como embajador le muevan un pelo. Lo han tratado de “pyrague”, “coimero público”, “autor moral de torturas”, pero es la decisión del Quincho. Irá a Taiwán con moño y todo. Los hermanos taiwaneses sabrán perdonarnos.

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