23 may. 2025

El peligroso lente hû institucional

Ramón quiso aprovechar el feriado de Jueves Santo y decidió dar un paseo en su bicicleta. El día estaba espléndido, el clima acompañaba y era una buena idea hacer un paseo desde Mariano Roque Alonso.

El destino que había elegido aquella tarde, o al menos hasta donde llegó, fue la Costanera Norte de Asunción.

Iba sobre la acera, ya que según dijo después, el sendero correspondiente para las bicicletas estaba en pésimo estado.

Mientras se desplazaba en su vehículo a pedal, sin darse cuenta, había caído en un pozo que pertenecía a un registro eléctrico sin tapa.

Tuvo graves golpes en la cabeza, la cara y otras partes del cuerpo. La sangre en el piso y en sus brazos denotaba la magnitud del impacto.

Las informaciones decían que el registro estaba sin tapa, porque esta había sido robada. Al igual que otras a lo largo de la Costanera.

Hace unos pocos años, una joven de 18 años murió electrocutada a causa de un poste, también en el mismo espacio público. Ella había ido con su madre al lugar y al apoyarse en la columna recibió la descarga eléctrica.

Podría decirse que el accidente del ciclista fue a causa del robo de la tapa, que pudo haber ocurrido minutos antes. Ponele.

Pero no era el único lugar de dicha via donde ocurría lo mismo. Los robos de las tapas son constantes en al Costanera.

Ante ese problema cotidiano uno puede preguntarse, ¿cuántas veces la Municipalidad o la entidad que está a cargo de la transitada vía realiza controles sobre su infraestructura?

Y podemos agregarle a ello, ¿en cuánto tiempo resuelven el problema para que no sea un peligro para los ciudadanos?, ¿al menos se toman el tiempo de poner alguna ramita o algo para señalizarlo?

Ambos casos en el mismo sitio dejan imágenes fuertes. La del ciclista ensangrentado y tirado en el piso y la de la joven vida perdida.

Pero también dejan sobre la mesa otro hecho que ya parece cotidiano: Una ruinosa estructura ciudadana que no asegura la seguridad de quienes van siempre o casualmente a los pocos espacios como ese.

Demuestra además la falta de compromiso de las autoridades con el espacio público, desidia que salta a la vista todos los días.

Así tenemos como un panorama cotidiano de veredas, además de poco inclusiva y rotas, representan un auténtico rally para quienes pasean a sus bebés en carritos.

A ello se suma la irresponsable prepotencia de choferes con cerebro de radiador, que impunemente ocupan las aceras con sus vehículos.

Ni hablar de los baches, que ya son una postal típica de cada día, como el tereré y la mafia de los pagarés y que podría generar varios videos para los youtubers que últimamente pululan por esta roja tierra guaraní.

Un panorama citadino, sobre todo en la capital del país, cargado de restos de postes de señalización mal cortados en las veredas, escombros de obras, basuras, más baches, casas en ruinas y abandonadas, tránsito caótico, baches, desorden, marginalidad y, ¿ya dije baches?.

La falta de inversión, de políticas públicas y una planificación que duerme en algún ignoto escritorio en el limbo burocrático, quedan en evidencia a cada paso.

Por supuesto que esta situación genera quejas, los reclamos, rabia, hastío, incertidumbre, desesperanza, kaigue, pire va’i, etc .

Y la respuesta a todo ello es el lente hû institucional que evita mirar de frente esto, para encarar de manera urgente soluciones integrales a corto, mediano y largo plazo.

Incluso hasta pareciera ser que desde los estamentos de decisión poco les importa normalizar esta situación decadente.

En casi dos años, nuevos intendentes asumirán sus cargos. La carrera electoral está abierta. Hay promesas, como siempre. Al ciudadano le quedará elegir a quien pueda asegurarle, al menos que la ciudad donde le toca vivir no tenga, al andar en ella, un riesgo de morir.

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