Federico Mora dejó de ser viceministro de Educación Superior de la peor manera. Es de lo que todos hablan, pero no se puede hablar. Al irse, dijo que “el tiempo y la verdad pondrán las cosas en su lugar”. Ojalá sea cierto, porque lo suyo parece indescriptible. Su salida fue celebrada por varios sectores que cuestionaban su gestión al frente del Consejo Nacional de Educación Superior (Cones). Había sido puesto en el cargo por el ministro de Educación, Luis Ramírez.
El Círculo Paraguayo de Médicos consideraba que su presencia al frente de dicha institución era un retroceso para la salud pública paraguaya. Una de sus primeras decisiones al asumir fue la de habilitar cuatro nuevas carreras de Medicina en universidades de garaje, a pesar de que ya existían más de cuarenta, sobre todo en la frontera con el Brasil. El 56% de la matrícula de Medicina se concentra en Alto Paraná y Amambay. Hay un dato revelador: el 93% de los estudiantes de Medicina son brasileños. Buena parte de esas facultades carecen de sustento formativo y estructuras hospitalarias aptas para la enseñanza médica.
¿O acaso conoce usted grandes hospitales-escuela en esos departamentos? No existen. Sin embargo, múltiples facultades de Medicina desarrollan allí sus supuestas prácticas clínicas. Mora sostenía, sin que se le moviera un pelo, que había espacio para formar a todos y que, cuando a los estudiantes les toque practicar “probablemente” habría más cupos en los centros de salud. Además, aprobó especializaciones médicas en hospitales con condiciones precarias y sin programas de estudio.
Pronto fue evidente que lo que parecían malas decisiones tomadas por alguien poco preparado para el cargo, estaban, en realidad, motivadas por intereses políticos. La gente no tiene idea de las inmensas cifras que están en juego en el negocio de las universidades privadas.
No ocurre solo en el campo de la medicina. Hace unos días, la senadora Blanca Ovelar expresaba que “Los abogados se forman en universidades de puro lucro, asisten un sábado, reciben una copia de la Constitución y el próximo sábado rinden Constitucionales I. ¡Cómo vamos a educar en este mercadeo de títulos!”. Sucede que cuando se autoriza a ejercer la medicina a gente no preparada, el daño potencial es, probablemente, mucho mayor que el que puede producir un abogado ignorante del derecho.
Federico Mora no iba a transformar este estado calamitoso de cosas. Por eso, su salida fue vista por muchos como una oportunidad para reformar una institución profundamente deteriorada por la sucesión de directivos rendidos ante el poder del dinero o la influencia política. La información de que el propio ministro de Educación asumirá transitoriamente el cargo significó un alivio para quienes creen en la necesidad de un cambio.
Pero, enseguida, unos cuantos rectores de la Asociación de Universidades Privadas enviaron una carta a Horacio Cartes, presidente de la ANR, solicitándole que impulse a Enrique López Arce –una especie de director de la agencia de empleos del partido– como presidente del Cones, en reemplazo de Federico Mora. Es decir, en vez de transitar los caminos institucionales, estas universidades recurren a un atajo, pidiendo auxilio a un poder partidario que, de acuerdo con la ley, no tiene atribuciones para intervenir en la conducción del organismo. Grandiosamente perverso. ¿Cómo será que enseñan el concepto de autonomía universitaria estos rectores? ¿Volvemos a la época de Stroessner, cuando las seccionales coloradas digitaban los nombramientos de directores de escuelas?
En su nota los rectores le dicen a Cartes que confían en que su propuesta será evaluada con el criterio y la prudencia que lo caracterizan. En verdad, son unos desfachatados que quieren asegurar la continuidad de un negocio millonario. El Estado debe parar con este caos académico. Suscribo las palabras de Blanca Ovelar: “Llegamos al límite. Necesitamos un sistema conducido por patriotas y no por mercaderes”.