Con qué mecanismos, herramientas y en qué plazos; y siendo perfectamente consciente de la relación muy estrecha que existe entre su rendimiento y responsabilidad, con el salario que percibe. Como la de cualquier Jefe o maestro que legitimado por su saber y experiencia, debe garantizar al la prestación de un servicio eficiente. Además de razonable, en términos de costo.
No existe ninguna diferencia entre lo mencionado, con la de un Gobernante; salvo la enorme responsabilidad que este carga sobre sus hombros y la magnitud de su tarea. Aunque el Gobernante debe convencernos, sin embargo, que se equivoca poco y que acierta mucho. Que tiene el control de las cosas y, eventualmente, puede contar con los mejores colaboradores para una buena gestión. Además del honor y sentido del respeto, a todo y a todos, que otorguen a su labor, la dignidad que corresponde.
¿Suele ser así? No, habitualmente. Pero en el caso de nuestro país y de la labor del actual mandatario, “no lo es” porque simplemente, al ser puesto en un lugar que aparentemente no quería y que en realidad, no cree que sea suyo, el señor Peña suele evadirse de sus responsabilidades muchas más veces de lo conveniente. Y aunque ya no tengamos un boletín que resuma la labor diaria del presidente –como lo teníamos en otro tiempo– se sabe que ha viajado al extranjero más de ¡40 veces! Cuando todavía no ha alcanzado la mitad del tiempo de su gestión.
Y las razones para estos periplos no han sido muy convincentes o no se han ceñido aparentemente, al cometido principal de su gestión. Por lo que demuestran en primer lugar, que nuestro mandatario no tiene nada que hacer aquí. Que su presencia no es indispensable. O que, para derroche de su ego, le seduce la parafernalia protocolar que rodea estos desplazamientos. O aún peor: Que nuestras misiones diplomáticas en el exterior están de más debido a que, aparentemente, no realizan los os, las gestiones o alguna demostración convincente de que nuestro país existe. Entonces y consecuentemente, nuestro mandatario tiene que sacrificarse para cubrir esas falencias. O que él se propone demostrar –tal vez y por último– que habla bien el idioma inglés, que es alto, elegante y por lo visto, puede lo que otros no.
Entonces… y para responder a las molestias que generen las críticas sobre la gestión del gobierno, también podría utilizarse el concepto de la “sensación térmica”. Que a diferencia del clima, se refiere al juicio que elabora la opinión pública sobre la gestión de nuestros mandatarios. Porque sin importar los proyectos que se ejecuten, las actividades que se desarrollen; o la favorable estadística de números macroeconómicos, la “imagen” que proyecta el gobierno puede leerse también, y muy claramente, a través de sus actos rutinarios, en la conducta de sus referentes más visibles; o a través de los hechos e incidentes que sin ser la expresión de la voluntad del Gobierno, reciben comentarios de la prensa y son trasladados a la opinión pública.
Porque después, de nada valen las molestias, la publicidad oficial ni las ruedas de prensa para desvirtuar lo que se evidenció en los “actos fallidos” de los referentes de gobierno.
Son parte de las razones por las que, al asumir un cago público y tras los juramentos de rigor, debería recomendarse a los de cada istración que inicia un mandato: un baño de humildad todos, con creolina de decencia y jabón perfumado contra la soberbia. Tal vez entonces, los gobiernos que tengamos, funcionen mejor.