22 may. 2025

Sobre éxodos sanitarios

“Ningún dolor se siente cuando le toca al vecino” resulta una frase hecha y que se puede escuchar en unos buenos versos de León Gieco. Trasla-demos la circunstancia y evoquemos la idea plasmada recientemente por el presidente Santiago Peña, al minimizar los posibles efectos de la normativa que empezará a regir en Argentina, y que impactará sobre los miles de paraguayos dependientes del sistema de salud y hasta la gratuidad en la atávica atención que recibieron dentro del vecino país.

A falta de una adecuada infraestructura sanitaria en su propia nación, históricamente el éxodo de connacionales tuvo como destino prioritario la capital argentina o las provincias limítrofes, donde los hospitales cubren mejor las necesidades básicas, así como las más complejas, en cuanto a personal e implementos para contrarrestrar las enfermedades, que nunca esperan para aparecer y desvalijar los pocos recursos disponibles entre la gente común.

Solo la piel de los familiares que deben acompañar al paciente en busca de atención puede manifestar a cabalidad la orfandad que experimentan estos en un entorno que no les ofrece las condiciones básicas con el fin de acceder a una cama, a medicamentos, a una asistencia acorde y como corresponde. El calvario tiene inicio y muchas veces no se avizora el fin porque las complejidades conllevan esfuerzos y dinero para el viaje y la estadía no solo del enfermo, sino también de los acompañantes.

El desarraigo de miles de paraguayos se patentiza –además de otras circunstancias– a través de la urgente necesidad de tener a mano los mecanismos para recuperar la salud, frente al vaciamiento paulatino de los sanatorios en sus localidades, y a la demora en los estudios respectivos en los hospitales de referencia, ya que el sistema público –casi lo mismo que el del Instituto de Previsión Social– están sometidos con cada vez más rigor a una terapia intensiva, sin visos de mejoría.

Por eso, las referencias de Peña están lanzadas muy a la ligera, porque él ni su entorno, ni muchos de sus correligionarios enganchados al poder, van a sentir el impacto de las nuevas medidas argentinas, al cortarse la posibilidad de atención gratuita a los extranjeros no residentes o indocumentados; ya que también las posibilidades de aquellos lares están colapsadas ante la masividad de asistencia no solo de argentinos, sino de nacionalidades vecinas que encuentran un ámbito un poco mejor que sus lugares de origen.

Se sabe que el Hospital Garrahan y otros de alta complejidad fueron históricamente refugio y oasis para los paraguayos que no encontraron localmente respuestas ante su padecimiento. La mayoría va con una mano atrás y otra adelante porque los recursos nunca alcanzan y las estadísticas hablan también de que el ciudadano común destina inmensa cantidad de su ingreso a pagar por salud. Que lo digan quienes padecieron de primera mano durante la pandemia: La caravana para adquirir medicamentos de Clorinda (mucho más baratos que aquí) era interminable.

Frente a una realidad en la que las polladas, las rifas y hasta el remate de bienes duraderos marcan el biorritmo propio de los familiares, con el fin de que el enfermo se recupere, toda la respuesta brindada desde las autoridades paraguayas son pomposas inauguraciones a cuentagotas de centros hospitalarios, ataviados solo para la ocasión y para la foto; derivando luego en casi nula respuesta, ya que no hay acompañamiento en profesionales, equipos ni logística para operar a cabalidad desde esos sitios de atención.

Bajo el lema No hay plata, repetido hasta el hartazgo por el presidente argentino Javier Milei, los recortes también alcanzarán a su sistema de salud y desde aquí muchos tendrán que pagar las consecuencias. Mientras, Paraguay continuará a la deriva en su magra cobertura y las falencias engrosarán las peores estadísticas de la región en sus servicios de salud, con solo un 4% del PIB dedicado a los gastos en esta área.

Más contenido de esta sección